Amistad, política, poder
POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Creo que fue el doctor Joaquín Balaguer que dijo: “Si quieres conocer a Minguito, dale un carguito”. ¡Cuánta razón tenía! ¡Wao! Hace unos días el colega y buen amigo Ruddy González me envió un artículo del escritor Leonte Brea, que le ha dedicado mucho tiempo al “manejo del poder”.
Recordé la novela del famoso escritor checo Frank Kafka, “La Metamorfosis”, o la “Transformación”, como se puede traducir del alemán, que es lo que se produce en mucha gente, no importa el partido al que pertenezca, tras su llegada al poder.
He visto la metamorfosis o transformación que se produce en muchos dirigentes políticos tras su llegada al poder. Se endiosan, miran a los demás por encima del hombro Les pasan por el lado a sus antiguos compañeros y los ignoran.
Apenas lo saludan o les tienden la mano, pero sin detenerse a mirarlos a los ojos, como si se avergonzaran. No toman llamadas telefónicas, no devuelven mensajes. El cargo se le sube a la cabeza. Suelen mudarse barrio o del sector donde vivían humildes y modestamente. Cambian la esposa o le instalan una “sucursal”.
Los amigos de la marginalidad o la pobreza ya no son sus amigos, son apenas conocidos. “Si te he visto no me acuerdo”.
Se convierten en camaleones de la política, que cambian de color semejante al de su alrededor. Dejan de ser seres humanos, como Gregorio Samsa, el protagonista de la novela de Kafka, que termina convirtiéndose en un enorme escarabajo que no cabe por la puerta de la casa. Los he visto a lo largo de mi ya dilatada carrera de periodista, comunicador.
El amigo de la oposición no es el mismo amigo del poder. Son dos personas totalmente distintas. La metamorfosis que describe el autor de la corriente literaria de lo absurdo, que tanto influyó en otros importantes escritores, dejó de sorprenderme hace muchos años. “Si quieres conocer a Minguito, dale un carguito”.
Decía el expresidente de Uruguay, el ilustre Pepe Mujica, que el poder no cambia a las personas, no las transforma; al contrario, el poder saca a flote, como emergiendo de un río caudaloso, su verdadera naturaleza humana.
Al llegar al poder, dice Mujica, el político se muestra tal como es. Siempre fue petulante, arrogante, altanero, despreciable, y hasta comemierda, solo que no había tenido la oportunidad de mostrarse porque no había llegado al poder.
En principio, cuando escribió “Mi Lucha”, Hitler no era el monstruo que resultó ser; Stalin, Trujillo, Somoza, Pinochet y muchos otros dictadores, se presentaban como mesías. (Por eso le temo a los “salvadores”) Fue después, ya instalados en el poder, cuando mostraron sus garras asesinas.
Mujica, que siempre fue campechano, revolucionario, humilde y sencillo, no cambió al llegar a la presidencia.